Quema de Libros


Elhah estaba en aquella parte del mundo a la que tenía acceso mentalmente, sería su subconsciente o una cuarta dimensión, no era algo que le importara demasiado. Sabía que carecía de tiempo, las ensoñaciones duraban muy poco, más cuando la protagonista estaba inmersa en problemas terrenales que a modo de metáfora le clavaban cruelmente al suelo impidiéndole volar libremente.
            La chica sabía lo que tenía que hacer, solo era cuestión de ordenarse a sí misma y programar la ensoñación, entonces dijo en voz alta: <>>.
En principio no pasó nada, tuvo que decirlo varias veces y visualizar imágenes de los sumerios antiguos para que de pronto tras ella la noche se hiciera día y estuviera frente a un edificio de piedra totalmente desconocido. Sabía que debía entrar porque si había aparecido en ese lugar su subconsciente tenía un objetivo, algo quería mostrarle.
            Caminó despacio sintiendo las corrientes de aire moviendo su vestido, se observó ataviada con un vestido de lino blanco que creyó de la época. Llegó a una gran sala, repleta de estanterías donde no había libros sino tablillas de arcilla. Le hubiera encantado poder grabar el lugar en su retina para el momento de su regreso, pero sabía que aquello sería efímero y en el mundo cotidiano solo tendría vagos destellos.
Descendió unos peldaños y cogió una de esas tablillas sintiendo un miedo atroz a que por cualquier descuido cayera al suelo, inconscientemente sabía que eran muy valiosas.

            -Sal de aquí -escuchó a la voz impersonal del ensueño -, no puedes estar.
            -Es evidente que no, pero lo estoy. Respóndeme, ¿qué son estas tablillas? ¿dónde estoy? –le preguntó con autoridad porque sabía que esa voz no podía mentir, porque según ella era su propia conciencia.
            -Son libros primitivos. Estás en el año 3000 antes del nacimiento de Cristo.
            -¿Dónde exactamente? ¿Egipto?
            -Ebla.
           
            Elhah intentó memorizar el nombre, lo buscaría a su regreso, remiró las estanterías dándose cuenta que había algunos que llamaban poderosamente su atención porque parecían tener un halo energético, un aura especial.

            -¿Qué son? –señaló uno de ellos Elhah.
            -Libros Divinos.
           
            Cuando la voz del ensueño le contestó, Elhah fue irremediablemente a coger uno, sin embargo, unos gritos en el exterior llamaron su atención.

            -La gente está alborotada, ¿qué ocurre?
            -Vienen a destruirlos, te destruirán a ti con ellos si permaneces aquí.

            Elhah no quiso saber si tenía razón o no, dio un salto y se elevó, tan solo tenía que visualizar el cielo para poder salir del edificio atravesando la piedra.
Una vez estuvo flotando en el aire, con la seguridad que le daba pensarse invisible se sintió tentada a ver lo que a continuación iba a suceder. No le gustó en absoluto encontrar a un centenar de soldados que afirmaban recibir ordenes del rey Naramsim para  destruir la biblioteca prendiéndole fuego. Ese mensaje apareció en la mente de la chica como si fuera capaz de entender ese idioma, aunque no tenía ni idea.
            La joven se quedó impactada, no sabía si aquello era un antecedente real, le recordó demasiado a lo que había ocurrido en la gran biblioteca de Alejandría, entonces pensó en cuanta sin razón había dejado ciego el saber del ser humano.
            No debía haber pensado en esa idea, su mente funcionaba como un marcador de coordenadas que hacía desplazarse de un lugar a otro gracias al poder de sus pensamientos.  Cayó al suelo porque un monje egipcio que portaba una serie de pergaminos chocó con ella. Por el revuelo y la agitación supo para su malestar que estaba en el preciso instante de la quema, tenía que salir de allí.  Respiró hondo, quería tranquilizarse porque para ella tan solo era una ensoñación, no podía ocurrirle nada malo, no era fácil mantener la sangre fría cuando el corazón corría como un caballo desbocado.
            A unos pocos metros vio a un hombre, le hubiera pasado desapercibido si este no se hubiera percatado de su presencia y la hubiera mirado. Elhah sintió miedo, no era normal que la descubrieran dentro de las ensoñaciones, por lo que creyó que se trataría de uno de sus perseguidores habituales. Debía controlar sus pensamientos porque si no provocaría que lo hiciera.

            -¿Qué quieres mostrarme? ¿hazlo ya? y sácame de aquí –dijo Elhah dándose media vuelta para comenzar a andar y alejarse de ese hombre que la miraba fijamente.
           
            Elhah salió de la gran biblioteca de Alejandría, tenía tanto miedo que no se detuvo a contemplar su arquitectura ni detalles que podrían enriquecer su mente, solo se preocupaba en escapar pasando desapercibida.  En su huída notó como el suelo vibraba bajo sus pies, la sensación de viento energético por todo su cuerpo le hizo tranquilizarse, porque la escena se disolvió y pronto estuvo flotando por el aire a una velocidad infernal.
            Se posó sobre el suelo, otra vez fue revelándose una nueva escena, antes de completarla visualmente, los gritos de agonía fueron aterradores. Elhah apareció entre una multitud que luchaba por impedir que unos soldados cometieran una atrocidad. Por sus vestimentas pensó que estaba en algún lugar de China, el año le sería imposible determinarlo.
Los empujones eran continuos, escuchó hablar a dos mujeres que había a su lado, no entendía su idioma pero en esencia si captó sus mensajes. Era extraño porque de forma inesperada sabía a la perfección lo que estaba ocurriendo. Los soldados estaban arrastrando a personas por el suelo llevándoles hacia unas cajas de madera, les introducían allí y les enterraban vivos, tan solo porque habían desobedecido a Qin Shi Huang, contra  la quema de libros. No tenía palabras para tal muestra de salvajismo y crueldad.
Empezó a desesperarse, estaba siendo una ensoñación larga y desagradable, quería despertar, no obstante, sabía que había activado algo en su mente que le estaba mostrando lo que ella había pedido. La sangre huyó de su rostro cuando volvió a ver a ese hombre vestido ahora con la ropa tradicional japonesa, el mismo que había estado en las otras visiones.
Elhah se esforzó por salir de la multitud sin llamar la atención, si se hubiera puesto a volar se habría mostrado como un cártel luminoso. Se alejó de la aglomeración todo cuanto pudo, estaba tan nerviosa que le temblaban las manos.

-¡Háblame! ¿qué tengo que saber?...¿vas a llevarme por todas las quemas de libros, pergaminos de la historia? –le dijo molesta -¿qué debo saber?
-Eres una ensoñadora, con permiso para leer los Libros Divinos. Te muestro los lugares en los que se han perdido copias y originales.
-Siria, Egipto, China…todo esto es en el Mundo cotidiano…-le contestó ella -, los Libros Divinos pertenecen a la memoria colectiva, a la información subconsciente que todos llevamos dentro.
-Esos libros están en el mundo, listos para ser leídos, para ser corrompidos y para ser destruidos.
-¿Hay libros reales? ¿es eso lo que quieres decir? –le preguntó aunque sabía la respuesta, sería afirmativa y se sintió estúpida. 

Extracto del Segundo Libro de Manuales de Creación. Isabel Garre 2011.

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