La valentía de quién ama
Podía recorrer su cuerpo con la yema de los dedos, con la delicadeza de quién acaricia la seda, piel que aún no respira…piel que aguarda la llegada de su nueva inquilina. Keicum reposaba sobre el hombro de Elhah, se había quedado dormido en su regazo a la espera del despertar de la joven. Abrió los ojos, cuando percibió la humedad de sus propias lágrimas mojando su mejilla, otra vez había estado buscándola por diferentes dimensiones sin encontrarla. -No puedes hacerle regresar Keicum, no debes incumplir las reglas –le dijo el Arquitecto -…Tampoco deberías estar aquí martirizándote con su silencio. -¿Por qué no ha regresado aún? –le preguntó incorporándose. -Supongo que no es el momento. -Lo supones…¿solo lo supones? –secó sus lágrimas del hombro de Elhah. -Carezco de información de aquellos lugares ajenos a nuestros dominios, cuando un alma muere, va allí donde debe ser purificada. -Cuando dijiste lo que había que hacer…olvidaste comentar ese detalle…que anda perdida ...