Haciendo presentaciones
La habitación empezó a diluirse, a perder sus colores, mi campo de visión se volvió oscuridad, y cuando temí perderme en el averno, ella...ella estaba allí con las manos tendidas esperándome. Corrí tras su cuerpo desnudo... tras mi vida, estuve a punto de alcanzarla y volver a fundirme con ella, pero de repente, unas manos crueles me arrastraron por el suelo alejándome de toda esperanza. Entreabrí los ojos con una dificultad extrema y solo les ví a ambos, a Desmond y a ese asesino...bebiendo de mi, sonrientes y felices alimañas.
Poco después mi agonía fue insoportable, frágil y sumiso abandoné mi cuerpo despidiéndome de todo aquello que había conocido...adiós padre, adiós madre...correría la misma suerte que mi amada...¡qué amargo final!
Y así como nuestro Dios omnipotente lloró cuando creó al ángel más divino de la historia, Lucifer; Desmond, mi Sire, mi segundo padre, derramó una lágrima de pura emoción al ver mi cuerpo desnudo tendido sobre el frío mármol de su sala personal.
En innumerables ocasiones me habló de mi transformación, jamás pensó que convertir a un hombre en un ángel podría ser una tarea ardua y cruel. Sin embargo, se maravillaba al observarme, se sentía como el artista Miguel Ángel cuando creaba con sus propias manos su espectacular “David”, salvo que él mármol pétreo jamás gritó como lo hice yo. Sí, sentí cada uno de los afilados golpes del martillo y el cincel esculpiendo mi nuevo físico, el cual en un futuro provocaría la admiración de quién me contemplara. Desmond se enorgullecía diciendo a todos que había retado a Dios, había superado a los artistas divinos y terrestres.
El vampiro, había dado movimiento a una obra de arte, que no se exhibiría en los museos, sino que caminaría entre mortales. Garre, I (2010).
Extracto perteneciente al libro: En busca de Vampiros. Isabel Garre. Protegido y reconocido en el Registro de la propiedad Intelectual de Andalucía. (JUNIO 2010).
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