No hay nada como un beso
Se acercó a la estatua, cerró los ojos y besó en los labios muy despacio, a medida que lo hacía se obligó a recordar la sensación de unos labios de carne y hueso, así era como dejaban la impronta de las ideas en aquel limbo, recordando y grabando de nuevo, programando viejas sensaciones que no debían ser olvidadas.
No había nada como un beso para despertar el alma, para dejar de estar vacio, para respirar a través del amor del otro. Besos, ¿puede haber un modo más bello de despertar al dormido? Besos, deseando ser correspondido, ¿no sientes deseos de amarme y seguirme? Y te beso, porque deseo que puedas verme y continuar a mi lado este camino…-dejó de pensar Ur y se separó de él.
Los ojos de la estatua se fueron abriendo lentamente, con tanta parsimonia que parecía más que un despertar su nacimiento, porque quizás su alma durante ese tiempo estaba siendo inyectada en esa materia, recorriendo un viaje desde algún lugar donde el tiempo seguía siendo tiempo.
Ur le abrazó, le acogió en su seno como una madre que ve a su hijo por primera vez, se echó a llorar y sus lágrimas se fundieron en el mar, viajando de un lado a otro, portaban amor, gratitud, y deseo de que todas las criaturas que vacías aguardaban despertar, abrieran los ojos a esa dimensión.
Paris sonrió satisfecho, sus creaciones habían dejado de estar huecas. Podía haberlas diseñado de forma magistral teniendo en cuenta todos los aspectos técnicos y las descripciones de Ur, los tecnicismos, los retos, pero no servían para nada si esas criaturas no tenían sentimiento, no nacían del verdadero deseo de verlas vivas. Las primeras criaturas que habían salido del corazón de ambos.
Extracto perteneciente a la sexta parte del libro Manuales de Creación, 2012, de Isabel Garre.
No había nada como un beso para despertar el alma, para dejar de estar vacio, para respirar a través del amor del otro. Besos, ¿puede haber un modo más bello de despertar al dormido? Besos, deseando ser correspondido, ¿no sientes deseos de amarme y seguirme? Y te beso, porque deseo que puedas verme y continuar a mi lado este camino…-dejó de pensar Ur y se separó de él.
Los ojos de la estatua se fueron abriendo lentamente, con tanta parsimonia que parecía más que un despertar su nacimiento, porque quizás su alma durante ese tiempo estaba siendo inyectada en esa materia, recorriendo un viaje desde algún lugar donde el tiempo seguía siendo tiempo.
Ur le abrazó, le acogió en su seno como una madre que ve a su hijo por primera vez, se echó a llorar y sus lágrimas se fundieron en el mar, viajando de un lado a otro, portaban amor, gratitud, y deseo de que todas las criaturas que vacías aguardaban despertar, abrieran los ojos a esa dimensión.
Paris sonrió satisfecho, sus creaciones habían dejado de estar huecas. Podía haberlas diseñado de forma magistral teniendo en cuenta todos los aspectos técnicos y las descripciones de Ur, los tecnicismos, los retos, pero no servían para nada si esas criaturas no tenían sentimiento, no nacían del verdadero deseo de verlas vivas. Las primeras criaturas que habían salido del corazón de ambos.
Extracto perteneciente a la sexta parte del libro Manuales de Creación, 2012, de Isabel Garre.
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