Waponcia Wapelton y Villa Tocino.

Segunda fase del dibujo, base de color. En proceso.
Ilustración sujeta a derechos de autor: Isabel Garre 2010.

Waponcia Wapelton es una bruja novata que reside en Villa Tocino. Cuando llega a su hogar montada en su escoba la suele dejar dentro de la chimenea. Se trata de una estudiante de magia que prepara los calderos de pociones en el tejado, mientras se sienta allí y con su varita pinta estrellas en el aire cuando se aburre de hacer pompas de jabón con su pipa, su gran hobbi. Estas estrellas suelen estamparse contra los edificios y por un instante parece que la ciudad se ha llenado de color.

Su casita es inconfundible, porque es la única “medio hecha” de madera y de ladrillo, con una chimenea de plata, y tres ventanas con formas de: estrella, luna y sonrisa invertida. Las escaleras se encuentran desniveladas, por eso hay una barandilla de huesos de elefantes para no caerse. Tiene como compañeros de piso tres fantasmas, un perro rojizo y un gato negro.

Eligió establecer su residencia en Villa Tocino porque allí aprende muchas cosas, hay todo tipo de magos, hadas, sacerdotisas, brujas, duendes, y gente buena, aunque la mayoría tienen como característica la “locura” y el tener un corazón infinito. Está repleto de seres bondadosos, apenas hay discusiones, es un sitio donde todo el mundo es feliz y quién aun no lo es… trabaja para conseguirlo.

A Waponcia le encanta este contexto, pasear por los tejados y por las calles, cuyas baldosas son teclas de un piano gigante que sostienen en el aire toda la ciudad en espiral. Lo mejor de todo es darte un paseo y deleitarte con la música que provocan tus propios pasos. El sonido no es estridente, es suave y muy delicado, casi podría pasar desapercibido, sería un caos estrepitoso cuando la gente caminara por las calles se escucharan melodías sin sentido a un nivel alto, nadie podría vivir en paz, andar juntos por el mismo sitio, o simplemente dormir. Es sencillo crear música cada día solamente andando y siendo uno mismo, para ello, los habitantes suelen ir descalzos. Todos llevan una grabadora en forma de flor, con la finalidad de recoger el sonido de sus horas, sus días y su vida. Las melodías nunca son iguales, son irrepetibles, exclusivas de cada criatura, por ello son administradas como un tesoro.

Íntimamente relacionado con el aspecto musical, no es de extrañar que todos esperen ansiosos que llueva, cuando se producen tormentas la ciudad brilla incandescente al sonar una melodía propia de Villa Tocino con la que se deleitan los residentes.

Pero no todo el tiempo es música en Villa Tocino, porque en el silencio de la noche se escuchan en vez de grillos, sonrisas por doquier, suaves, risueñas y tranquilas. Los seres de esta ciudad pasan alrededor de 4 horas riendo divertidos, 8 con una sonrisa amable en el rostro y 30 minutos riendo a carcajadas. Los recién llegados pronto se contagian de estas costumbres y sonríen sin parar.

Caminar viendo a todos los seres mágicos conviviendo en armonía pese a tener cuernos, envueltos en risas, el olor a manzanas caramelizadas y asadas, a palomitas, caramelos, castañas…, es maravilloso, siempre hay un ambiente festivo.

Se respira paz, serenidad, actividad en un contexto gótico, romántico gominola, crees constantemente que todos acaban de salir de una tienda de disfraces. Se trata de una explosión de creatividad, diversión, magia y fantasía.

Si el suelo de las calles son teclas de un piano, las direcciones permanecen establecidas sin nombres, es decir, si queremos ir a casa de Waponcia Wapelton, debemos buscar el Fa sostenido, número 8.

Vivir en Villa Tocino es hacerlo en un ambiente propio del día de difuntos, no es de extrañar que allí existan edificios con formas llamativas como calabazas y setas mágicas. Hay casas globo, la más problemática es la que se encuentra en “Do” número 16, porque cada tres días se afloja el cordón que la sujeta al suelo y si se despistan puede acabar volando por lo aires sin rumbo.

Hay casas también “al revés”, donde los vivos y los muertos se suelen citar para tomar té. No importa la dimensión, allí los fantasmas no asustan a nadie, ni tan siquiera por su sigilo, ya que al final de su cadena llevan un cascabel.

Para salir de la Villa, hay unas escaleras hacia el cielo, estas conectan con los túneles donde esperan los trenes, los billetes se compran al subir, es una ciudad muy bien comunicada...

Relato e Ilustración de Isabel Garre. (2 Noviembre 2010).

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